sábado, 10 de noviembre de 2012

Retos del educador del s. XXI en México

A pesar de que me considero poseedor de una memoria "caprichosa", debido a que suelo almacenar inmensas cantidades de información inútil y tan pocas cosas importantes, algo que recuerdo vívidamente es mi época de estudiante de primaria. Tal vez uno de los recuerdos que más acude a mi son todas las clases dedicadas a las tablas de multiplicar, donde la maestra nos ponía a repetir con una alegre tonada todas y cada una de ellas, una y otra vez durante días y días. Luego cada determinado tiempo, venía una especie de examen-lapidación en público, donde al frente de todo el grupo nos sometían a repetir al pie de la letra alguna de las tablas, y créanme, no recuerdo mayor sufrimiento para un niño de 7 u 8 años que equivocarse en esto, pues la maestra dejaba bien claro lo poco inteligentes que éramos si fallábamos pues recurría a las ya clásicas orejas de burro y un lindo sello de un borrico dientón en la libreta.

Situaciones como esta eran el pan de cada día. No me parece raro que a mi memoria caprichosa no le haya parecido a bien recordar los nombres de ninguna de las seis distintas maestras que tuve por mi paso en la escuela primaria, no se caracterizaron por ser la clase de personas que son "para llevar", eran bastante frías y distantes con la mayoría de los alumnos, y tampoco recuerdo para ser honesto, que ellas pusieran especial interés en mi. Posiblemente tuve mala suerte, pero cuando pregunto a mis padres y conocidos de una generación anterior el tipo de educación que ellos vivieron sorprende ver lo parecidas que suenan cada una de las historias, no se diga de la generación de mis abuelos porque escucho historias que hasta parecen sacadas de un cuento de horror. Pero lo que me sorprende bastante hoy, a mis treinta y tres años de edad, es que a pesar de los avances gigantescos en materia de innovación, tecnología y accesibilidad a la información, la verdad es que lo que puedo observar en mi labor como psicólogo en el ámbito educativo no difiere mucho de mis lejanos recuerdos. 

Se entiende que existen casos que son excepciones, siempre han existido, ahí esta el ejemplo de mis padres donde por un lado, mi padre era un duro maestro de primaria, exigente con los alumnos, siempre distanciado emocionalmente de ellos pero comprometido con su labor, y por el otro, mi madre educadora de preescolar que trataba a los pequeños con calidez y afecto. Por ello no generalizo, pero creo que preocupa aquella gran cantidad de docentes que no escapan de repetir el arquetipo del docente mexicano. 
"El conocimiento es el fin último que requiere la utilización de cualquier medio", parece ser el discurso del docente, se siguen llevando a cabo prácticas educativas que basan su eficacia en la repetición constante de ejercicios y actividades planas y aburridas para el niño, en una época en que la estimulación que recibe el niño en su entorno es mil veces más gratificante, le resulta complicadísimo mostrarse interesado en lo que la escuela ofrece, excepto tal vez por el recreo. 

Para el docente en el aula, puede ser lo adecuado mantener a los alumnos durante las clases como lo mantenían a él, "no te levantes", "no hables", "no te distraigas", etc. Pero para el niño, esto puede convertirse en un verdadero tormento, aunque su cuerpo se encuentra repasando la lección de manera robótica y artificial, en realidad su mente se encuentra en otro lado, en el último capítulo de su programa favorito, en el videojuego más reciente que muere de ganas por volver a jugar, en la computadora que hay en casa, en juego que planea llevar a cabo a la hora de recreo con los amigos, y un largo, larguísimo etcétera. Les podría sorprender entonces la cantidad de veces, en los pocos años que llevo en el ámbito educativo, que he escuchado decir a los docentes que tal o cual niño es "hiperactivo", pero creo que es algo bastante lógico, tienen que competir contra la estimulación multimedia tan gratificante de un videojuego, computadora o tv, ayudados de sus planas de ejercicios y tareas al por mayor, creo que no le es fácil aceptar que aquello que piensa que es lo mejor para el niño, le resulta tan poco interesante y aburrido, que prefiere señalarlo como un "niño problema". 

A ello sumémosle lo poco conectados emocionalmente que se encuentran el alumno y su maestro, y tenemos como resultado el raquítico lugar en que estamos ubicados mundialmente en materia de educación. La pregunta obligada sería: ¿cómo es posible que tras tantas generaciones de maestros, tantas reformas educativas, y tantos intentos de encontrar el programa perfecto, hayamos avanzado tan poco? No quiero inmiscuirme en cuestiones de economía y PIB, ni en la forma en la que el gobierno maneja el sistema.
Más bien creo que el problema medular se encuentra, y siempre se ha encontrado, en la persona del docente. Es decir, en las actitudes, las creencias, la relación que establece con sus alumnos y la visión que tiene de su propia práctica. Y aquí quiero hacer énfasis en dos puntos en particular sobre lo que puede impedir que los docentes logren cambios significativos en su labor: 

-En primer lugar: su historia personal. Como la mayoría de nosotros, el docente carga con recuerdos y experiencias dolorosas que surgen ante los estímulos que se presentan en su centro de trabajo. Los conflictos diarios que se dan en el aula y con los compañeros de trabajo pueden ser un buen detonante para estos recuerdos, que aparecen para modificar de forma inconsciente y automática, la forma en que el docente se comporta con los demás, afectando sus relaciones y la manera en que las construye. A ello sumemosle los problemas familiares o económicos actuales y tenemos la combinació perfecta para crear un explosivo emocional latente esperando estallar. 

-Y en segundo lugar: una pobre gestión emocional. Es innegable que como personas tenemos que cargar con la responsabilidad de hacer lo mejor que podamos con nuestras vivencias dolorosas. Pero es doblemente responsable el docente ya que pasa gran parte de la vida del alumno enseñándole con el ejemplo cómo es que hay que conducirse fuera de la familia, es en sí mismo un modelo social de comportamiento. Pero la pobreza de recursos con que cuenta al momento de resolver cualquier situación en el aula puede llegar a afectar negativamente la manera en que se relaciona con ellos, de modo tal que se agranda la distancia y se evita el contacto emocional con el alumno, inutilizando así un valiosísimo recurso para que se dé el aprendizaje significativo. 

Así pues, mi opinión es que para lograr la solución de los problemas que existen en la educación en el país, además también de lo que respecta al alumno y los padres, se fundamenta principalmente en poner especial atención a la figura del docente, no desde la preparación que también es esencial, sino desde el desarrollo de las habilidades sociales y emocionales que bien podrían iniciar desde la formación profesional, preparando a los estudiantes que aspiran a convertirse en docentes y dotándolos de las herramientas necesarias para que gestionen de manera adecuada sus emociones. 
Pero también, fortaleciendo los programas de formación a docentes, que promuevan la Inteligencia Emocional como parte de las competencias básicas del maestro. 

Existen a mi parecer, entonces, dos grandes metas en la educación, por un lado la evolución de los contenidos académicos hacia situaciones de aprendizaje que al alumno le sean valiosos, estimulantes y sobre todo divertidos, alejados de la repetición mecanisista y condicionada que venimos arrastrando durante años. Y por otro lado, el desarrollo humano del docente que le convierta en alguien capaz de establecer relaciones cálidas con sus alumnos, y le abra la posibilidad de disfrutar intensamente de su labor diaria, y genere la satisfacción de incidir en el cambio positivo del niño. A final de cuentas, esto se trata de una búsqueda personal, pero será gratificante observar como poco a poco, y más allá de copiar modelos o programas, nos vayamos acercando al tipo de educación que queremos tener en nuestro país y que propulse el nivel académico al que todos aspiramos llegar. 
 Si tienes la suerte de ser maestro o maestra en la actualidad, te invito a que revises si algo de lo que he escrito aplica en tu vida, y trabájalo a partir de identificar que cosas te estorban en tu experiencia como docente que se originen en la forma en cómo manejas tus emociones, lee, infórmate, capacitate, cada vez hay más información que te puede ayudar. Si tu eres de los docentes que ya han comenzado a gestionar de una manera más sana tus emociones, te invito a que compartas con tus compañeros maestros por medio de alguna lectura o invitándoles a algún taller o plática que en tu ciudad se ofrezca, verás que vale la pena. 
Quisiera terminar esta serie de reflexiones propias citando al gran Erich Fromm: 

La finalidad de la educación -en realidad la finalidad de la vida- es trabajar con alegría y hallar la felicidad. Felicidad quiere decir interesarse en la vida o responder a la vida no sólo con el cerebro, sino con toda la personalidad... La educación debe ser a la vez intelectual y afectiva.

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