sábado, 14 de febrero de 2009

La frustración existencial en la posmodernidad como una necesidad en el hombre de retorno hacia lo humano (Pt III)



Tercera y última entrega de mi ensayo sobre frustración existencial. Comenten que les parecio.

Capítulo III. El sentido de vida y la frustración existencial en la posmodernidad

Los síntomas del nuevo sujeto posmoderno

No hay camino de regreso hacía la ingenuidad, se ha desplomado la escalera por la que la humanidad ha venido ascendiendo. (Novalis en Frankl, 2006)

El hombre por fin obtuvo su ansiada libertad, se liberó de las cadenas que lo ataron durante miles de años a las grandes instituciones que fungían como entes fundadores del sujeto en lo social. Tantos siglos de opresión al servicio de un sentido de vida que no nos pertenecía han quedado atrás, por fin podemos, en esta era posmoderna, llamarnos individuos con autonomía y libre pensamiento, apoyados en la democracia y el nuevo mundo capitalista. Se ha ganado tal vez la más grande de todas las batallas que pudo librar el hombre común, los beneficios de esta victoria son muchos y se pueden observar a simple vista.
Pero, ¿ha sido realmente esta libertad lo que el hombre esperaba?, para nuestra desgracia no lo es. Las consecuencias que la sociedad ha tenido que pagar ante esta liberación han sido muy graves y a medida que avanzan los años se vuelven más y más preocupantes.
Ahora lo que preocupa no es la falta de libertad, ya la obtuvimos, pero nadie nunca nos dijo que debíamos hacer con esa libertad, como manejarla, lo que preocupa ahora es la falta de responsabilidad. Al hacernos individuos autorreferenciales que no necesitan de las instituciones para reafirmarse, ya que ahora solo “es yo quien dice yo” (Benveniste en Dufour, 2002) y no estamos mas alienados a ningún gran Otro, la identidad cultural y social se han difuminado, la era de la indiferencia se hace cada vez más fuerte en cada pueblo del mundo occidental y esas consecuencias se pueden observar en la vida diaria y aún más importante, en las patologías que presentan los nuevos sujetos posmodernos.
Viktor Frankl ya en 1957 en una conferencia pronunciada en la universidad de Princeton (“Psicoterapia y existencialismo”, 2001) nos mostraba una visión de lo que estaba por llegar, detectó los rasgos característicos de una posmodernidad en sus albores, decía que el hombre de la sociedad posmoderna se caracterizaba por cuatro síntomas:
1.- Una actitud efímera ante la vida. El hombre vive hoy de un modo provisional olvidándose de planificar y organizar su vida en torno a un propósito definido.
2.-Una actitud fatalista ante la vida.
3.-Un pensamiento conformista o colectivista.
4.-El fanatismo. Niega la personalidad de los demás, ninguna opinión salvo la suya puede esperar ser atendida.
Sin embargo aún era muy pronto para prever la mutación de la que el hombre sería objeto en el transcurso de los años, y otros filósofos más actuales agregarían a esta concepción del hombre posmoderno otras características que se han ido desarrollando en estos años.

“¡Si al menos pudiera sentir algo!” (Lipovetsky, 1986), es el grito de ayuda del hombre posmoderno que hace eco en todas partes. Gilles Lipovetsky en “La era del vacío” en 1986 nos describe a este nuevo sujeto posmoderno que se presenta ya no como un neurótico freudiano lleno de culpa y angustia, sino a un narciso consumado que se vuelve solo hacía sí mismo, de manera tal que todo lo que se encuentra ajeno a su persona es completamente irrelevante.
No solo es narcisista en su naturaleza, sino que también se ha llenado de una indiferencia que no le permite ver más allá de su propia nariz: “El hombre indiferente no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende, y sus opiniones son susceptibles de modificaciones rápidas” (Lipovetsky, 1983)
La falta de compromiso con la comunidad o sociedad en la que vivimos es evidente, cada vez más en las sociedades occidentales, se presentan situaciones en las que la indiferencia juega un papel importante al momento de olvidarse de ayudar al prójimo como a sí mismo ya que se evita involucrarse en los problemas de los demás porque es un fastidio tener que pagar por lo que le pasa al otro, y así pasa la gente de largo ante situaciones en las que se necesita actuar y ayudar a aquel desconocido, la conducta prosocial se ha difuminado también. Claro ejemplo de esta indiferencia puede ser el caso de Catherine Kitty Genovese quien el 13 de marzo de 1964 fue asesinada afuera de su departamento en Nueva York, cuando fue atacada por el agresor, Kitty gritaba y pedía ayuda, mientras se movía apuñalada de una puerta a la otra, el asesino volvía una y otra vez hasta que la violó y le dio el golpe final. Todo ante la mirada de treinta y cinco vecinos que observaban por la ventana. Y se fueron a dormir, o a escribir cartas, o a tomar una cerveza, o a encender la televisión. Los gritos de Kitty no fueron respondidos por nadie. Se delegó la responsabilidad de hacer algo a los demás, para qué molestarse.
Este tipo de situaciones se repite cada vez más a menudo, siendo claros ejemplos de la indiferencia predominante en la sociedad posmoderna.
Pero el narcisismo y la indiferencia no serían los únicos síntomas por venir, aun quedarían muchos otros. Dany-Robert Dufour en “El arte de reducir cabezas” (2006), presenta una descripción más completa y actualizada de lo que significa ser posmoderno, habla de una desaparición evidente de las instituciones sobre las que se apoyaban las sociedades de la modernidad clásica y además se presenta la desacreditación de las ideologías y relatos soteriológicos que pretendían encontrarle al hombre un origen con referencia a una fuerza superior que le llevaría a la salvación eterna, además de:

[…]La desaparición de vanguardias, el progreso de la democracia, el desarrollo del individualismo, la disminución del rol del estado, la preeminencia progresiva de la mercancía por sobre cualquier otra consideración, el reinado del dinero, la transformación de la cultura en modas sucesiva, la demanda insaciable de perpetua salud plena, la desinstitucionalización de la familia. […] Todos esos rasgos deben entenderse como síntomas significativos de esta mutación actual. (Dufour, 2006)

Dufour menciona que a diferencia de la era moderna, en la posmodernidad ya no existe una sociedad que promueva la neurosis, sino que más bien, lo que promueve es la perversión y la psicosis.
La disminución de la figura del padre en los procesos que incluyen al sujeto a la sociedad tiene como consecuencia que todas aquellas figuras que representan esa ley o imagen paterna pierdan importancia, ya se trate de padres, instituciones, religión, maestros, etc. Por lo que el individuo actuará de acuerdo a sus propias convicciones y leyes, lo que se conoce como autonomía jurídica y que le permite al hombre actuar en pro de su derecho a la libertad.
Buscando solamente satisfacer sus propias necesidades, el hombre posmoderno también abusa de su derecho a la libertad de modo tal que encuentra en el capitalismo la mejor manera de enriquecerse y satisfacer cada una de sus necesidades sin importar sobre quien haya que pasar. Lacan ya había hablado de los problemas que el capitalismo traería consigo dentro de su propia naturaleza y de su incapacidad para sostenerse sobre sí mismo, en 1972 en una sesión inédita decía “El discurso capitalista es locamente astuto […], marcha sobre ruedas, no puede ir mejor. Pero, precisamente va demasiado rápido; se consuma. Se consuma tan bien que se consume” (Lacan en Dufour, 2006). Las implicaciones que lleva consigo una estructura social en donde el capitalismo es la manera en que se maneja la economía son muchas y muy graves, la facilidad con que se pueden utilizar las mentes de las personas como medios utilizados para el fin de los grandes empresarios lleva al hombre promedio a buscar en el mismo consumo masificado que ha impuesto el capitalismo, la salida a todas las frustraciones que surgen de la necesidad de tenerlo todo y que nunca podrá ser, aunque eso sea el ideal del yo que el capitalismo y su mercado han impuesto como paradigma.
Sin embargo, dice Kant en su segunda versión del imperativo categórico, “nadie debe ser considerado como medio para un fin” (Kant en Frankl, 2001), pero esto parece no importarle a las grandes cadenas multinacionales que obtienen enormes sumas de dinero de cada uno de los empleados que se somete a la necesidad de obtener los beneficios del mercado y el consumismo.
La era del consumismo masificado se ha instaurado en cada país occidental e incluso en los países orientales que pretenden convertirse en parte del codiciado primer mundo. El triunfo del capitalismo y la democracia por sobre los otros tipos de gobierno ha provocado una obsesión por parte del hombre posmoderno por poseer todo lo que el mercado le ofrece, siendo este último un especialista en proporcionarle al individuo satisfacción a cada una de las necesidades que el sujeto aún ni siquiera sabe que posee.

Sí el ser humano, tal como lo dice Frankl, esta siempre impulsado en una voluntad de sentido que le dé un para qué y le marque un camino hacia la felicidad luchando constantemente contra aquellas fuerzas que pretenden limitar la libertad del sujeto y con ella su sentido real de vida, ¿qué sucede con este sentido en la posmodernidad en donde la libertad ya es un derecho y el nuevo sujeto posmoderno ya se mueve en una sociedad aparentemente carente de límites?
El mercado y el capitalismo que vinieron a ocupar el lugar de las grandes instituciones, ya ausentes, también ocuparon el rol de proveedores de sentido, con una diferencia que marca la pauta de la nueva frustración existencial posmoderna: ahora se promueve la individualización y la huída hacía sí mismo. Ese error en la concepción del ser humano como autónomo deviene en la orientación del sentido de vida hacía el propio individuo, gracias a las modas y el consumismo del mercado que buscan que el individuo se considere libre para comprar todo lo que quiera, haciendo de esta práctica capitalista, una falsa imagen de lo que al hombre debe aspirar como ideal del yo, “el tener antes que el ser”.
Como lo indica Frankl, el ser humano jamás deberá orientar su sentido de vida hacía el mismo, para que se pueda considerar un sentido de vida real deberá estar siempre enfocado hacia el exterior, la felicidad vendrá solo como efecto de la búsqueda de ese sentido, nunca como un fin.
Pero el problema radica en que la posmodernidad busca precisamente lo contrario, que el sentido de vida se enfoque en contemplarse como alguien que debe tener todo lo que quiere, por sobre lo que sea o sobre quien sea, de modo tal que, a final de cuentas, el ser humano que busca su propio bienestar sobre los demás, en el momento en que busque a su interior cuál es su motivo para existir, solo encontrara el vacío.
Si esa búsqueda basada en el principio de placer que el individuo posmoderno sitúa sobre los objetos que el mercado ofrece se consuma, haciendo de ellos un atractivo y ficticio sentido de vida, llevará a una misión angustiosa e infinita por la búsqueda de aquel objeto, dentro de toda la mercancía que el mercado pone a mis pies, que llene mi existencia, pero nunca se encontrará. Pues como dice Freud la pulsión no tiene objeto, el placer nunca se saciará. “El sujeto, al haber buscado la satisfacción de su deseo en el objeto, descubre, dada la naturaleza de la pulsión, que tampoco era eso, que la falta que había suscitado el deseo aún persiste”. (Freud en Dufour, 2006)
Cuando el sujeto posmoderno se encuentra irremediablemente consigo mismo y se da cuenta que ha caído en el juego del capitalismo y el mercado, en su papel como artífices de falsos sentidos de vida, la frustración existencial emergerá con más fuerza en el ser humano. Cuando se da cuenta que aquello sobre lo que ha sostenido su existencia (sobre sí mismo y sobre la necesidad por tener más) realmente son ilusiones provocadas por la posmodernidad , estará de nuevo tan vacío en su narcisismo que surgirá de esa frustración existencial algunas de las nuevas enfermedades de la posmodernidad, representadas por la toxicomanía, la bulimia y la anorexia, como el escape más cercano de los embates de la frustración existencial. Estas nuevas formas de soportar la frustración existencial son cada vez más comunes, sobre todo en aquel sector en el que los individuos que lo integran se encuentran más frágiles ante los ataques de la posmodernidad, los jóvenes y adolescentes. Ante su incapacidad de poder poseer todo aquello que el mercado les ofrece, este segmento será el más castigado por la frustración existencial de modo que buscará alternativas, ante la falta de un sentido de vida y de una madurez emocional, con las cuales reemplazar aquello que no le es posible obtener. Así como puede ser presa de estas nuevas enfermedades de la posmodernidad también encontrará en la delincuencia y el pandillaje, excelentes opciones que servirán como aquel gran Otro que no existe más, ya que tampoco pueden cumplir con las expectativas que el mercado ha depositado sobre ellos.
Pero sea cual fuere la falsa salida que se ha tomado, la pregunta por el sentido de vida siempre retornará, una y otra vez, obligando al sujeto a preguntarse si lo que hace tiene algún sentido. Y al no haber respuesta dentro de sí y gracias a que las grandes instituciones fundadoras ya no tienen validez ni fuerza, la frustración existencial será causa de los problemas más grandes que el sujeto posmoderno encara, la indiferencia, la ausencia de responsabilidad y las muertes por suicidio que crecen cada vez más en los jóvenes, llegando incluso a ser éste último la segunda causa de muerte en México en adolescentes y jóvenes.

La necesidad en el hombre de retorno hacia lo humano (conclusiones)

Ser humano significa estar orientado hacia alguien o algo diferente de uno mismo.
Viktor Frankl

La crisis que viven actualmente las sociedades posmodernas en donde la inseguridad de un futuro próspero y la derrota de las grandes instituciones han traído como consecuencia el aumento de la frustración existencial parece un horizonte muy desolador. Es cierto que la situación no es sencilla, la individualización e indiferencia en la que el hombre se ha situado, y que deviene en un narcisismo consumado, empeora la situación, parece que ya nadie está dispuesto a escuchar que se encuentra equivocado, ya nada importa, sólo que lo que uno piensa, hay un fanatismo ideológico que ha deformado aquella meta que la psicología humanista se planteó en sus inicios.
Pero precisamente este momento de crisis es la oportunidad de rehacer al ser humano en toda la enormidad de su ser y su existencia, hemos ganado mucho recuperando una libertad de la que nos habían privado desde hace siglos, pero, la libertad es un privilegio que conlleva una gran responsabilidad, y el ser humano debe aprender que la indiferencia que muestra ante los demás solo nos llevará al fracaso como especie.
Estar en la era de la posmodernidad no significa directamente que todos seamos narcisistas, psicóticos, perversos o indiferentes ante lo que sucede, así como antes de la posmodernidad no todas las personas eran neuróticos o histéricos, pero estamos ante una sociedad que promueve la libertad sin límites a través de los medios de comunicación, que devalúa la moral y la disciplina, lo cual produce problemas tan graves como la delincuencia, el terrorismo y el suicidio.
En nuestro país, aun no hemos sido alcanzados del todo por la posmodernidad, al ser un país tercermundista aún nos encontramos rezagados en la carrera en la que nos llevan mucha ventaja países como Estados Unidos, Francia, o Inglaterra, pero se sigue el ejemplo de estas sociedades completamente posmodernas porque dependemos en gran parte de su poderío económico, a grado tal que se llegan a adoptar costumbres que no nos son propias y que se mimetizan con las nuestras. Sin embargo comenzamos ya a abrir los ojos, el presidente de México, Felipe Calderón, en la cumbre Iberoamericana de 2008 hacía hincapié en la situación que actualmente se vive en el país, “los jóvenes ya no creen en nada”, dijo ante la preocupación evidente del gobierno ante la indiferencia de este grupo tan vulnerable a los efectos de la posmodernidad y donde se deben replantear las metas que tenemos como sociedad.
La solución, desde mi punto de vista y mis propias experiencias dentro de este mundo posmoderno, se encuentra en retornar hacía aquello que nos hace propiamente humanos, a esa esencia que nos llevó de ser un animal como cualquier otro a reunirnos en pequeños grupos que sólo se preocupaban por el bien de cada uno de los miembros. Eso que nos da un sentido real de vida, aquello que Frankl atinadamente llama la autotrascendencia:
“Que el hombre sea sólo él mismo y, justamente, tanto más hombre será cuanto más que se olvide y se pase por alto, se deje a sí mismo atrás, al servicio de algo, de la consecución de su sentido, consagrándose a un deber o a otra persona, entonces será él mismo”. (Frankl, 2001)

Sólo procurando enfocarnos hacia las personas que nos rodean en cada cosa que hacemos podremos lograr un sentido de vida real, buscar ser responsables no solo con nosotros mismos, sino con la sociedad que nos abraza.
Todo ser humano tiene dentro de sí esa capacidad, no podemos realmente separarnos del otro, la posmodernidad intenta orillarnos a eso con el afán de que el consumismo y el capitalismo perduren, pero el sujeto posmoderno solo es “narcinista” (Dufour, 2006), necesita innegablemente de los demás para sobrevivir, pero requiere ir más allá de utilizar a los demás con el objetivo de lograr sus fines.
Pero innegablemente existe miedo de volver a confiar, hay mucho que perder, y ya no hay nadie que nos asegure que todo estará bien, no podemos permitirnos el volver a equivocarnos. Y la carrera bélica del presidente de E.U. George Bush ha sido una prueba más de que los discursos que llevan un trasfondo egoísta ya no son capaces de envolver al ser humano, ya no se pueden tolerar creer de nuevo en esas falsas ideologías.

Pero en nuestras manos se encuentra llegar a sanar las heridas que la humanidad aún tiene a flor de piel. Las psicoterapias actuales deben reformular sus teorías con el fin de adaptarlas a las nuevas problemáticas de la posmodernidad, y ayudar a crear conciencia para que el ser humano encuentre en la autotrascendencia el sentido de vida que le brinde a él y a los que le rodean el camino hacia la felicidad. La psicología no puede cerrarse ante los hechos que se presentan como grandes problemas en la posmodernidad, no se puede empeñar en tratarlos como casos aislados, debe re-armarse de nuevas herramientas con las que pueda comprender mejor lo que sucede. Viktor Frankl hacía énfasis en la necesidad de actualización constante de las psicoterapias cuando decía que: “Solo la psicoterapia rehumanizada puede comprender las huellas del tiempo, y solo ella puede hacerse cargo de las necesidades de nuestra época”. (Frankl, 1977)
Se debe creer en la capacidad del hombre para reorientar su sentido de vida y modificar su existencia, pues esa es una de las características de las que puede presumir el ser humano. Se debe poner mayor atención a la institución de donde ha partido todo, la familia, ya que ahí es donde se debe fomentar la autotrascendencia para que la persona pueda comprometerse con el bien social y para que los jóvenes, los más abandonados por el mundo posmoderno, puedan encontrar el respaldo necesario que le brinde las condiciones necesarias para lograr separarse de la idea errónea de los bienes materiales que ofrece el mercado como un todo que debemos poseer.
Debemos ir más allá de ver al sujeto posmoderno como un ser enfermo que necesita nuestra atención, creer en su capacidad para mejorar y transformarse, y con él a toda sociedad, en un modelo más eficaz y seguro, tal como dice la grandiosa frase de Goethe en donde las psicoterapias pueden encontrar una nueva visión del sujeto: “Cuando aceptamos al hombre tal como es, lo hacemos peor; cuando lo aceptamos como si ya fuera lo que debería ser, le ayudamos a serlo” (Goethe en Frankl, 2001)
Hay mucho por hacer y la necesidad en el hombre por encontrar sus sentido de vida es cada vez mayor, debemos tomar la oportunidad de trasformar al sujeto posmoderno en un ser humano consciente de que sin duda nos necesitamos unos a otros, de que las cosas tienen que cambiar por un futuro mejor, y que hay en toda persona y en toda sociedad, una necesidad por un sentido de vida diferente y por un retorno en el hombre hacia lo más humano: la autotrascendencia.



Referencias bibliográficas

- Dufour, Dany-Robert. “El arte de reducir cabezas” 2006. Ed. Paidós. Buenos Aires

- Dufour, Dany-Robert. “Locura y democracia”. 2002. Ed. Fondo de Cultura. México

- Frankl, Viktor E. “Ante el vacío existencial” 1997, Ed. Herder. Barcelona

- Frankl, Viktor E. “El hombre en busca de sentido”. 1991. Ed. Herder. Barcelona

- Frankl, Viktor E. “En el principio era el sentido”. 2006. Ed. Paidós. México.

- Frankl, Viktor E. “Psicoterapia y existencialismo”. 2001. Ed. Herder. Barcelona

- Lipovetsky, Guilles. “La era del vacío”. 2005. Ed. Anagramas. Barcelona.

- Rousseau, Jean-Jacques. “El contrato social”. 1762.


3 comentarios:

  1. momento!!! pero hemos pensado que no solo es esa libertad la que no se nos enseño a usar!!!

    es una serie de conocimientos que no sabemos ni por que existen solo nos dijeron q asi se llamaban y poder comunicarnos entre los humanos ahora bien EL EXISTENCIALISMO!!! lo expresa todo no!!! ( bueno yo opino como sartre, ojala tenga la oportunidad de leer sobre el)


    uuuu LA FILOSOFIA MI PARTE FAVORITA ME COMEN LAS PALABRAS!!!
    NO termino aun de leer ,,, si por eso! esos 4 sintomas, analicemos un poco! es una cadena , ES UN PROYECTO MUY DIFICIL.


    mmmm SIGO ANALIZANDO

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  2. Ahora q sigo leyendo... estoy de acuerdo contigo y con lo q plantea Frankl, pues el hombre tiene una gran necesidad x encontrar sentido a su vida, aunque algunos afirman que ya lo tienen, otros dicen q no hay un verdadero sentido... yo escuche ha alguien una vez decir... si no hay un sentido, pues debemos crearlo, porque es vital para nuestra existencia.

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